En la tarde de este lunes, la Federación Uruguaya de Básquetbol hizo oficial en sus redes sociales el fallecimiento de Javier Espíndola, experimentado entrenador y muy laureado dentro del básquetbol uruguayo.
En los últimos días, la noticia de que luchaba con un cáncer de páncreas inundó las redes sociales y con ella también el apoyo de hinchas y allegados al básquetbol. Pero no pudo meter el doble que lo llevara a jugar el alargue en el partido de su vida.
Tuvo una exitosa y dilatada carrera de más de 40 años como entrenador de básquet. Fue técnico de la selección uruguaya, salió campeón con varias instituciones y dirigió en Argentina.
Su primer Federal lo obtuvo en 1986 con Cordón, el club que presidía entonces Julio Zito, con quien Espíndola tenía una gran relación.
Luego repitió título con Hebraica Macabi en 1994, Salto Uruguay en 2004 y Aguada en 2012. En todos los clubes por los que pasó dejó su legado basquetbolístico, pero también humano.
Se enamoró del básquetbol de niño en Malvín, el barrio donde se crió y del que siempre se sintió orgulloso. Allí comenzó su carrera.Tenía solamente 16 años cuando le ofrecieron trabajar con los niños del club Malvín. Así comenzó su carrera de entrenador. Estuvo varios años entrenando las divisiones formativas, hasta que en 1979, con solo 23 años, tuvo la oportunidad de dirigir al primer equipo playero.
Nunca negó que Malvín, donde trabajó once años como técnico, lo había formado como persona y como deportista. Y le había dado una profesión. A pesar de su cariño por Malvín dirigió a Unión Atlética en tres diferentes oportunidades. Lo que sus amigos, los que tenía en las dos instituciones, comprendieron.
A fines de los 80’, siendo aún muy joven, estuvo al frente del combinado celeste al que dirigió en Panamericanos, Torneos de las Américas y Sudamericanos. Pudo elegir a los mejores jugadores, viajar, enriquecerse aprendiendo en el intercambio con grandes entrenadores.
La muerte lo encontró teniendo contrato vigente con 25 de Agosto y como comentarista en Radio Universal, una función que lo tenía muy entusiasmado porque si algo le gustaba era hablar de básquetbol.
¡Hasta siempre Javier!