El milenario arte del bonsái encontró su nicho en Uruguay con colecciones de 150 ejemplares.

Los intereses individuales se volvieron colectivos y así surgió la AUBO, que hoy cuenta con 50 miembros permanentes cuyas edades van desde los 11 hasta los 70 años.

Rastrear el origen del bonsái es una tarea prácticamente imposible. Los registros históricos se mezclan o se contradicen, y su cronología se va desdibujando entre mitos y leyendas.

De lo que sí es posible rastrear un origen es de la Asociación Uruguaya de Bonsái (AUBO), una organización sin fines de lucro que comenzó a funcionar en 2006, cuando todos los aficionados de este arte asiático de cultivar un árbol en una maceta desperdigados por el país se encontraron gracias a una herramienta que poco tiene que ver con la botánica: internet.

Pero, ¿cómo termina un uruguayo fascinado por un arte japonés?

«Se remonta a mi niñez, a un encuentro casual en un ómnibus que me acompañaba mi madre y suben dos personas por la zona de La Teja, dos personas con dos impresionantes árboles en unas macetas enormes. Quedé totalmente loco de la cabeza», contó a Telemundo Alejandro Casanova, integrante del consejo directivo de la AUBO.

«Lo mío fue absolutamente casualidad. Muchos años atrás, un viernes a última hora de la tarde, salía de una reunión dificilísima, deseando irme para mi casa. Y llega un muchacho, se pone al costado del auto y me dice: ‘Estoy vendiendo bonsái. Si me compras el último me puedo ir para mi casa’. Y me sentí tan identificado con el muchacho que a los diez minutos tenía en el asiento del auto un bonsái sin tener la más remota idea de qué hacer con esa planta en esa maceta. Y bueno, ahí arranqué», relató Federico Siccardi, también directivo de la asociación.

Los intereses individuales se volvieron colectivos y así surgió la AUBO, que hoy cuenta con 50 miembros permanentes cuyas edades van desde los 11 hasta los 70 años. Juntos organizan talleres, encuentros y exposiciones abiertas para divulgar el arte del bonsái en Uruguay.

«Estamos trabajando con seres vivos y es una actividad altamente adictiva. Entonces cuando te encontrás gente que tiene tu misma adicción te potencias», manifestó Casanova.

«Todo aquel que hace jardinería tiene una idea del contacto con la naturaleza. Esto es muchísimo más. Muchísimo más. Porque no solo hay que mantenerlo vivo como un tomate o una orquídea, sino que hay que entenderlo al árbol. Nosotros no controlamos nada. La naturaleza es imposible de controlar. Lo único que hacemos es de alguna forma acompañar el crecimiento hacia un diseño estético que nosotros pretendemos», añade Siccardi.

Los árboles se van podando, sus ramas se alambran y así el crecimiento se va acomodando siguiendo ciertos patrones estéticos. Es por eso que quienes se dedican al bonsái a menudo se encuentran frente a una aparente contradicción. Por un lado promueven el crecimiento de un árbol, y por el otro lo manipulan a su antojo para que sobreviva en una maceta pequeña. Para esto los aficionados también tienen una respuesta.

«Cuando nosotros manipulamos el árbol, lo alambramos, le hacemos poda todo ese tipo de cosas. Tenemos que ir a favor del crecimiento del árbol. Jamás podemos ir contra lo que el árbol quiere hacer. Y cuando vamos contra lo que el árbol quiere hacer, el árbol se rebela, o se seca o saca el brote por otro lado y no donde yo quería», dijo Siccardi.

La técnica del bonsái se puede aplicar a prácticamente cualquier árbol y la estrella para los que se dedican al bonsái en el río de la Plata es el ombú. En el mercado suelen ser árboles costosos porque llevan mucho trabajo y mantenimiento.

Hay colecciones desperdigadas por todo el país, y una de ellas es la de Siccardi, que tiene más de 150 árboles en el fondo de su casa.

«Luego de varios años juntando -estando mi señora cerca no puedo decirlo porque es una cantidad- supero los 150 árboles», bromeó, mientras recorre el jardín y señala un pino de cinco agujas.

«Esta especie es muy difícil en Uruguay porque es de montaña, precisa nieve, invierno, crecimiento muy lento y difícil de conseguir plantines como para desarrollarlo y hacer bonsái. Este es un árbol que tiene muchos años, mucho trabajo. Hay dos o tres especies que son más icónicas en Japón», indicó.

Siccardi indicó que los diseños «siempre se hacen pensando en la especie». «Poda, el gran secreto. Nosotros no podemos evitar que el árbol crezca. El árbol va a crecer, el árbol crece. Nosotros cortamos. El árbol crece. Nosotros cortamos. El secreto es dónde cortar para lograr un diseño», dijo.

«Quien no tenga paciencia que se dedique a hacer arreglos florales pero no bonsái. Un árbol para que empiece a lograr el objetivo, el diseño y no menos de tres a cinco años», sentenció.

Fuente: Telemundo